Un nuevo San Valentín

Última parrilla del 2016

Voy a escribir esta entrada rápidamente porque tenemos que ir a cenar.

Hace hoy justo cinco años, pocos días después de que me diagnosticaran cáncer, Alex y yo fuimos a celebrar San Valentín.

En Catalunya suele celebrarse Sant Jordi en lugar de San Valentín pero nosotros celebramos ambos, pues Alex es italiano así que de la misma manera que él se adapta a mis costumbres yo me adapto a las suyas, y encantada que estoy, pues todo sea una ocasión más para hacer fiesta. Detesto los comentarios que me dicen ¿Celebras San Valentín? Extrañados. Pues sí, acojo cualquier momento para poderlo festejar. Bienvenido sea.

Foto de ese San Valentín

A lo que iba, hace cinco años fuimos a un asador argentino. Me avergüenzo de decirlo, pero así podréis ver como he cambiado en estos cinco años. Llegamos al restaurante de Sabadell y había una velita encendida y pétalos de rosa alrededor. Algunos me los quedé de recuerdo. Al sentarme, empecé a llorar. Después del diagnóstico lloraba de manera habitual, aunque intentaba hacerlo cuando estaba sola.

Alex me preguntó: ¿Por qué lloras ahora? Y yo le dije que tenía miedo. Miedo a la operación. Miedo a morir mientras me operaban. Desde siempre había tenido fobia a los hospitales y solo de pensar en la cirujía me entraba pánico.  Le dije que me daba miedo la anestesia, el no volverme a despertar, saber que todos fuera del quirófano estaban sufriendo por mí. Él no entendía cómo podía tener tanto miedo porque lo han operado un montón de veces pero yo temía esa operación. El cáncer estaba en un segundo plano, os lo juro. Mi gran preocupación era esa operación en la que nada dependería de mí y todo estaría en manos de los cirujanos. Mi psicooncóloga me ayudó mucho, enseñándome técnicas de relajación.

Al sentarme en esa mesa pensé por unos instantes que ese podría ser nuestro último San Valentín y además sabía que Alex iba a viajar a Australia al cabo de 4 días, el 18 de Febrero, y no podría estar conmigo durante la operación. Tenía miedo a no poder compartir más momentos con él. Recuerdo perfectamente lo que comí: solomillo de ternera al roquefort y de postre un crep de dulce de leche. Quién me ha visto y quién me ve.

Pero han pasado cinco años, y decidí tirar los pétalos que habían en esa mesa. Más que un recuerdo mio, me los llevé para que Alex tuviera un recuerdo de esa noche en el caso que no pudiéramos celebrar más San Valentines. Para que nunca me olvidara, para que nunca dejara de quererme, aunque físicamente yo no estuviera en este mundo.

Cinco años, y ahora nos vamos a un restaurante vegetariano y ecológico, al Vita Viridis de Sabadell.

Nosotros cambiamos y tenemos la fuerza interior de poder cambiar  nuestro recorrido.

Ya no temo a la muerte,  ya no temo al quirófano, ya no temo a la enfermedad, ya no temo a nada, porque sé que nunca nos perderemos el uno al otro. Tú eres mi vida, yo soy la tuya. Juntos, hasta el infinito. Juntos, sin miedo. Juntos, aprendiendo cada día el uno del otro. Juntos, somos invencibles.

GRACIAS POR TODO ALEX!

Y en 48 horas ya estaremos embarcando juntos rumbo a Australia para subirnos juntos a la MV y empezar la nueva temporada.

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